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martes, 30 de septiembre de 2008

Recuperación de la privación de sueño y medidas de salud (II)

Hay que admitir, sin embargo, que no es posible establecer estrategias óptimas para que puedan aplicarlas todos los trabajadores que sufren privación de sueño. Esto se demuestra en la elaboración de la normativa internacional del trabajo para los turnos de noche, que recomienda una serie de medidas para los trabajadores que trabajan en este turno con frecuencia (Kogi y Thurman 1993).
La naturaleza variada de estas medidas y la tendencia hacia una mayor flexibilidad de los sistemas de turnos refleja un claro esfuerzo por aplicar unas estrategias flexibles de descanso (Kogi 1991). La edad, la capacidad física para el trabajo, los hábitos de sueño y otras diferencias individuales relacionadas con la tole- rancia pueden desempeñar un papel importante (Folkard y Monk 1985; Costa y cols. 1990; Härmä 1993). Una mayor flexibilidad en los programas de trabajo, junto con un mejor diseño de los mismos será muy útil a este respecto (Kogi 1991).
Las estrategias para dormir en situaciones de privación de sueño deberán depender del tipo de vida laboral y ser lo sufi- cientemente flexibles para ajustarse a las situaciones individuales(Knauth, Rohmert y Rutenfranz 1979; Rutenfranz, Knauth y Angersbach 1981; Wedderburn 1991; Monk 1991). Una conclusión general es que la privación de sueño nocturno debe redu- cirse seleccionando unos programas de trabajo adecuados y facilitando la recuperación mediante el fomento de la posibilidad de dormir según las necesidades individuales, lo que incluye las siestas de sustitución y el sueño profundo nocturno, en períodos en los que la privación de sueño es reciente.
Es importante prevenir la acumulación de la falta de sueño. El período de turno de noche, que priva a los trabajadores del sueño en la hora habitual, debería ser lo más reducido posible. Los intervalos entre uno y otro turno deberán ser suficiente- mente largos para permitir que el sueño sea suficiente. También resulta útil mejorar el ambiente para el sueño y adoptar una serie de medidas que se ajusten a las necesidades sociales. Por esto, cuando se trata de mejorar la salud de los trabajadores con frecuentes déficits de sueño, es indispensable el apoyo social para diseñar los horarios, los trabajos y las estrategias individuales para afrontarlos.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Recuperación de la privación de sueño y medidas de salud (I)

El único medio eficaz para recuperarse de la falta de sueño es dormir. El efecto reparador del sueño es bien conocido (Kogi 1982). Como la recuperación mediante el sueño puede diferir en función de su horario y duración (Costa y cols. 1990), es fundamental saber cuándo y cuánto debería dormir la gente. En la vida diaria, lo mejor es siempre dormir una noche entera para acelerar la recuperación del déficit de sueño, pero normalmente se trata de reducir los efectos de la falta de sueño con pequeñas siestas en diferentes ocasiones, que sustituyen al sueño normal de una noche entera, del que se ha privado a la persona. La Tabla 29.9 muestra algunos aspectos de estos sueños de sustitución.

Para compensar la falta de sueño nocturno, lo normal es dormir de día, “por adelantado” o de forma “retrasada” (por ejemplo, antes y después del turno de noche). Este sueño coin- cide con la fase circadiana de actividad. Por ello, el sueño se caracteriza por una latencia más prolongada, un período de sueño de onda lenta más corto, una interrupción de las fases MOR y un desajuste de la vida social del individuo. Los factores sociales y ambientales son importantes para determinar el efecto reparador del sueño. Para considerar la eficacia de las funciones reparadoras del sueño debe tenerse en cuenta que la conversión completa de los ritmos circadianos de un trabajador por turnos es imposible en la vida real.
A este respecto, existe una interesante documentación sobre el “sueño de mantenimiento” (Minors y Waterhouse 1981; Kogi 1982; Matsumoto y Harada 1994). Cuando parte del sueño diario habitual se realiza durante el período normal (de noche) y el resto en períodos irregulares, los ritmos circadianos de la temperatura rectal y la secreción urinaria de diversos electrolitos pueden mantener un período de 24 horas. Esto significa que un corto sueño nocturno puede mantener los ritmos circa- dianos originales en los períodos siguientes.
Se puede considerar que el hecho de dormir un poco en distintos momentos del día puede tener una serie de efectos añadidos, vista la capacidad reparadora de cada tipo de sueño. Un enfoque interesante de los trabajadores de turnos de noche es la costumbre de dormir una siesta que normalmente dura unas cuantas horas. Los sondeos demuestran que estas pequeñas siestas nocturnas son habituales entre ciertos grupos de trabaja- dores del turno de noche. Este sueño de mantenimiento es eficaz para reducir la fatiga del trabajo nocturno (Kogi 1982) y puede reducir la necesidad del sueño reparador.
La Figura 29.34 compara la sensación subjetiva de fatiga durante dos turnos de noche consecutivos y el período de recu- peración cuando no están trabajando entre un grupo que duerme un rato durante el turno de noche y otro que no lo hace
(Matsumoto y Harada 1994). El efecto positivo de la siesta nocturna en la reducción de fatiga es obvio. Este efecto se prolonga durante gran parte del período de recuperación que sigue al trabajo nocturno. No hubo diferencias significativas entre estos dos grupos al comparar la duración del sueño diurno del grupo que no dormía “siesta” por la noche con el tiempo desueño total (siesta nocturna más sueño diurno el día siguiente)del grupo que sí lo hacía. En resumen, una pequeña siesta nocturna permite cumplir parte de las necesidades de sueño esenciales sin esperar al día siguiente. Puede, por tanto, sugerirse que las siestas del turno de noche pueden contribuir, hasta cierto punto, a que el trabajador se recupere de la fatiga provocada por el trabajo y por la privación de sueño que lleva aparejada (Sakai y cols. 1984; Saito y Matsumoto 1988).

viernes, 26 de septiembre de 2008

Efectos de la privación parcial de sueño y la falta de sueño acumulada (II)

La Figura 29.33 ilustra la dificultad para tener una buena calidad de sueño debido a la diferencia de horarios de sueño en un sistema de turnos. En esta figura se muestra la duración del sueño en función del comienzo del período de sueño para ciertos trabajadores alemanes y japoneses, de acuerdo con un registro diario (Knauth y Rutenfranz 1981; Kogi 1985). Debido a la influencia circadiana, el sueño diurno es forzosamente corto. Muchos trabajadores pueden dormir un poco durante el día y a menudo, siempre que pueden, a última hora de la tarde.
En la vida real, los trabajadores por turnos adoptan una serie de medidas que les permiten hacer frente a la acumulación de la falta de sueño (Wedderburn 1989). Por ejemplo, muchos de ellos tratan de dormir “por adelantado” antes del turno de noche o duermen bastante cuando lo finalizan. Aunque estos esfuerzos no son completamente eficaces para compensar los efectos de la falta de sueño, son bastantes liberadores. Las actividades sociales y culturales pueden verse restringidas como parte de estas medidas de compensación. Las actividades de ocio que implican salir, por ejemplo, son menos frecuentes entre dos turnos de noche. Los horarios de sueño y su duración, además de la acumulación de la falta de sueño, dependen de circunstancias tanto sociales como relacionadas con el trabajo.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Efectos de la privación parcial de sueño y la falta de sueño acumulada (I)

Si un individuo trabaja continuamente durante toda una noche, sin dormir, muchas de sus funciones de rendimiento se verán definitivamente deterioradas. Si el sujeto vuelve a estar en el turno de noche por segunda vez sin haber dormido nada, el descenso de su rendimiento seguirá su curso. Tras la tercera o cuarta noche de privación total del sueño, muy poca gente puede permanecer despierta y realizar sus tareas, aunque estén muy motivados. En la vida real, sin embargo, las condiciones de pérdida total del sueño raramente se dan. La gente suele dormir algo durante los turnos de noche siguientes. Pero los estudios realizados en varios países demuestran que el sueño diurno es casi siempre insuficiente para recuperarse del déficit de sueño contraído por el trabajo nocturno (Knauth y Rutenfranz 1981; Kogi 1981; ILO 1990). Como resultado, los déficits de sueño se van acumu- lando cuando el trabajador repite el turno de noche. También se producen faltas de sueño similares cuando los períodos de sueño se ven reducidos por la necesidad de seguir los cambios de turnos establecidos. Aunque sea posible dormir por la noche, una restricción en el sueño nocturno de sólo dos horas cada noche basta para provocar una falta de sueño en la mayoría de las personas. Una reducción así puede deteriorar el rendimiento y la capacidad de permanecer alerta (Monk 1991).

En la Tabla 29.9 se muestran ejemplos de las condiciones del sistema de turnos que contribuyen a la acumulación de la falta de sueño o a la privación parcial de sueño. Además del trabajo durante dos noches o más, los períodos de descanso reducidos entre turnos, los turnos de madrugada repetidos, los turnos de noche frecuentes y el reparto inadecuado de los días libres aceleran la acumulación de la falta de sueño.
La escasa calidad del sueño diurno o los períodos de sueño reducidos también son importantes. Durante el sueño diurno, la persona se despierta con más frecuencia, el sueño es menos profundo y de onda más lenta y la distribución de las fases MOR del sueño es diferente de la del sueño nocturno normal (Torsvall, Akerstedt y Gillberg 1981; Folkard y Monk 1985; Empson 1993). Por todo esto, el sueño diurno nunca puede ser tan profundo como el nocturno, aunque el entorno sea adecuado.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Efectos de la privación del sueño (II)

Aunque es evidente que la privación de sueño produce una reducción gradual de la activación, es de esperar que los niveles de rendimiento entre lapsus estén menos afectados. Esto explica por qué el resultado de algunas pruebas de rendimiento indica una escasa influencia de la pérdida de sueño cuando las pruebas se hacen durante un período corto de tiempo. En una tarea de tiempo de reacción simple, los lapsus provocarían unos tiempos de respuesta muy prolongados, mientras el resto de los tiempos medidos no sufriría cambios. Hay que tener cuidado, por lo tanto, al interpretar los resultados de las pruebas relacionados con los efectos de la pérdida de sueño en situaciones reales.
La variación de la sensación de somnolencia durante la priva- ción de sueño está relacionada obviamente con los ritmos circadianos fisiológicos y con los períodos de lapsus. La somnolencia aumenta enormemente durante el primer período del turno de noche, pero disminuye durante las horas diurnas siguientes. Si la privación del sueño se prolonga hasta la noche siguiente, se hará muy intensa durante las horas nocturnas (Costa y cols. 1990; Matsumoto y Harada 1994). Hay momentos en los que la nece- sidad de dormir que se siente es casi irresistible; estos momentos corresponden a la aparición de lapsus y de interrupciones de las funciones cerebrales, tal y como se ha registrado en los EEG. Transcurrido un tiempo, la somnolencia parece reducirse, pero a continuación se produce otro período de lapsus. Si se pregunta a los trabajadores sobre sus sensaciones de fatiga, sin embargo, suelen mencionar unos niveles cada vez mayores de fatiga y cansancio general que persisten a lo largo del período de priva- ción del sueño y en los períodos entre lapsus. Se aprecia una ligera recuperación de los niveles subjetivos de fatiga durante el día que sigue a una noche de privación de sueño, pero la sensa- ción de fatiga aumentan considerablemente en la noche segunda
y siguientes de privación de sueño continuada.
Durante la privación del sueño, el peso del sueño por la interacción de la vigilia previa y la fase circadiana estará siempre presente en mayor o menor medida, pero la fragilidad de este estado en sujetos somnolientos también está afectada por los efectos del contexto (Dinges 1992). La somnolencia se ve afectada por la cantidad y el tipo de estímulos, por el interés que se ponga en el entorno y el significado del estímulo para un individuo en una situación de monotonía o que requiera una aten- ción constante y que pueda llevar con más facilidad a la disminución de la vigilancia y a los lapsus. Cuanto mayor sea la somnolencia fisiológica producida por la falta de sueño, más vulnerable será el individuo a la monotonía que lo rodea. La motivación y los estímulos pueden contribuir a anular este efecto ambiental, pero sólo durante un período limitado.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Efectos de la privación del sueño (I)

Durante una noche de privación de sueño y después de ésta, los ritmos fisiológicos circadianos del cuerpo humano parecen quedar interrumpidos. Por ejemplo, la curva de la temperatura corporal durante la primera jornada de trabajo en trabajadores del turno de noche tiende a mantener su patrón circadiano básico. Durante las horas nocturnas, la temperatura disminuye hasta las primeras horas de la mañana, vuelve a aumentar durante el día y vuelve a caer después del mediodía, tras alcanzar un máximo. Se sabe que los ritmos fisiológicos se “ajustan” a los ciclos invertidos de sueño-vigilia de los trabajadores nocturnos de forma gradual, en el curso de varios días en los que repite el turno de noche. Esto significa que los efectos sobre el rendimiento
y la somnolencia son más significativos durante las horas nocturnas que durante el día. Los efectos de la privación del sueño tienen una relación variable con los ritmos circadianos originales observados en las funciones fisiológicas y psicológicas. Los efectos de la privación del sueño sobre el rendimiento dependen del tipo de tarea que se vaya a realizar. Las caracterís- ticas de las tareas inciden sobre estos efectos (Fröberg 1985; Folkard y Monk 1985; Folkard y Akerstedt 1992). Generalmente, una tarea compleja es más vulnerable que una simple. El rendimiento en una tarea que implique un gran número de dígitos o una codificación compleja se deteriora durante tres días de pérdida de sueño (Fröberg 1985; Wilkinson 1964). Las tareas escalonadas, a las que hay que responder a intervalos determinados, se deterioran más que las tareas que el operario hace a su propio ritmo. Como ejemplos prácticos de tareas vulnerables pueden mencionarse las reacciones en serie a estímulos defi- nidos, las operaciones sencillas de clasificación, la grabación de mensajes codificados, la copia mecanográfica, el seguimiento por pantalla y la inspección continua. Los efectos de la privación de sueño sobre el rendimiento durante una actividad física intensa son también muy conocidos. Los efectos típicos de la privación prolongada de sueño sobre el rendimiento en una tarea visual se muestran en la Figura 29.32 (Dinges 1992). Los efectos son más pronunciados después de dos noches sin dormir
(40-56 horas) que después de una noche (16-40 horas).
El grado en que se ve afectado el rendimiento en las tareas también parece depender de la forma en que inciden sobre él los componentes que “enmascaran” los ritmos circadianos. Por ejemplo, algunas medidas de rendimiento, como las tareas de memorización, se ajustan al trabajo nocturno de forma considerablemente más rápida que las tareas de tiempo de reacción en serie, por lo que pueden compensarse relativamente con sistemas de rotación rápida de turnos (Folkard y cols. 1993). Estas diferencias sobre los efectos de los ritmos del reloj fisioló- gico endógeno y sus componentes enmascaradores deben tenerse en cuenta a la hora de considerar la seguridad y la preci- sión del rendimiento bajo la influencia de la privación de sueño. Un efecto particular de la privación del sueño sobre el rendi- miento es la aparición de frecuentes “lapsus” o períodos sin respuesta (Wilkinson 1964; Empson 1993). Estos lapsus de rendimiento son períodos breves de baja capacidad para mantener la alerta o de sueño ligero. Pueden detectarse con registros en vídeo de la ejecución, con registros de los movimientos oculares o con electroencefalogramas (EEG). Una tarea prolongada (media hora o más), especialmente cuando es repetitiva, puede conducir más fácilmente a estos lapsus. Las tareas monótonas, como la repetición de reacciones simples o el seguimiento de señales infrecuentes son muy sensibles en este sentido. Por otro lado, una tarea nueva se ve menos afectada. El rendimiento en situaciones de trabajo cambiante también es más resistente.


lunes, 15 de septiembre de 2008

PRIVACION DEL SUEÑO (ii)


La compleja naturaleza de la privación del sueño se muestra en la Figura 29.31, que ofrece datos procedentes de estudios en laboratorio sobre los efectos de tres días de privación de sueño (Fröberg 1985). Los datos muestran tres cambios básicos, resul- tantes de la privación prolongada de sueño:

1. Hay una tendencia general a una disminución del rendimiento objetivo y de la valoración subjetiva de la eficacia del rendimiento.
2. Este declive cíclico está relacionado con la hora del día y se corresponde con las variables fisiológicas que tienen un ciclo circadiano. El rendimiento es mayor en la fase normal de acti- vidad en la que, por ejemplo, la secreción de adrenalina y la temperatura del cuerpo son más altas, frente a los períodos destinados normalmente al sueño nocturno, que es cuando los valores fisiológicos son más bajos.
3. La autovaloración de la falta de sueño aumenta con el tiempo de privación continuada de sueño, con un claro componente cíclico asociado con el momento del día.

El hecho de que los efectos de la privación del sueño estén relacionados con los ritmos fisiológicos circadianos nos ayuda a comprender lo complejo de su naturaleza (Folkard y Akerstedt 1992). Estos efectos deberían considerarse como el resultado de un desfase del ciclo sueño-vigilia en la vida cotidiana.
Los efectos del trabajo continuado o de la privación de sueño no sólo reducen la capacidad para mantenerse alerta, sino que también disminuyen el rendimiento, aumentan la probabilidad de quedarse dormido, reducen el bienestar y la moral y merman la seguridad. Cuando dichos períodos de privación del sueño se repiten, como sucede en el caso de las personas que trabajan por turnos, su salud puede verse afectada (Rutenfranz 1982; Koller 1983; Costa y cols. 1990). Un objetivo importante de la investi- gación es determinar hasta qué punto la privación del sueño perjudica el bienestar de los individuos y cómo podemos utilizar mejor la función reparadora del sueño para reducir estos efectos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

PRIVACION DEL SUEÑO


Un individuo sano suele dormir varias horas diarias. Normalmente duerme durante la noche y encuentra dificilísimo perma- necer despierto durante las horas que hay entre la medianoche y el amanecer, que es cuando habitualmente duerme. Si el individuo tiene que permanecer despierto durante estas horas, ya sea total o parcialmente, cae en un estado de pérdida forzosa del sueño, o privación del sueño, que suele percibirse en forma de cansancio. La necesidad de dormir, con distintos grados de somnolencia, se siente hasta que se consigue dormir lo suficiente. Por este motivo se dice que los períodos de privación del sueño provocan en una persona un déficit o falta de sueño.
La privación del sueño supone un problema especial para los trabajadores que no pueden dormir lo suficiente debido a su horario de trabajo (por ejemplo, en los trabajos nocturnos) o debido a que sus actividades de ocio son muy extensas. El traba jador de un turno de noche quedará privado de sueño hasta que tenga la oportunidad de dormir un rato al final del turno. Como el sueño durante las horas diurnas suele ser más corto de lo necesario, el trabajador no podrá recuperarse de su situación de falta de sueño hasta que disfrute de un período largo de sueño, especialmente, toda una noche. Hasta ese momento, la persona va acumulando el déficit de sueño. Una situación parecida, el llamado jet lag, se produce en las personas que viajan entre dos zonas horarias distintas, con varias horas de diferencia. La priva ción de sueño que sufre el viajero se debe a que los períodos de actividad de la nueva zona horaria se corresponden con el período normal de sueño del lugar de origen. Durante los períodos de pérdida de sueño, los trabajadores se sienten cansados y su rendimiento se ve afectado de muchas formas. Hay distintos grados de privación del sueño que se van incorpo- rando a la vida diaria de los trabajadores que tienen que trabajar en horarios irregulares, por lo que es importante tomar medidas que permitan hacer frente a los efectos negativos de dicho déficit de sueño. Las principales condiciones de los horarios de trabajo irregulares que contribuyen a la privación del sueño se muestran en la Tabla 29.8.
En condiciones extremas la privación de sueño puede durar más de un día. En ese caso, la somnolencia y los cambios en el rendimiento aumentan a medida que se prolonga el período de privación. Los trabajadores, sin embargo, suelen dormir un poco antes de que la privación del sueño se convierta en algo prolongado. Si las horas dormidas de esta forma no son suficientes, los efectos de la escasez de sueño continuarán. Por esto es importante conocer no sólo los efectos de la privación del sueño en sus distintas formas, sino también la manera en que los trabajadores pueden recuperarse de ellos.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Participación en el diseño de sistemas

Dado el soporte empírico, aunque no completamente coherente, para la eficacia de la participación, así como su base ética en una democracia industrial, existe un acuerdo ampliamente extendido de que se debería seguir una estrategia participativa para el diseño de sistemas (Greenbaum y Kyng 1991; Majchrzak 1988; Scarbrough y Corbett 1992). Además, varios estudios de casos de procesos de diseño participativo han demostrado las ventajas específicas de la participación en el diseño de sistemas, por ejemplo, en relación con la calidad del diseño resultante, la satis- facción del usuario y el grado de aceptación (uso real) del nuevo sistema (Mumford y Henshall 1979; Spinas 1989; Ulich y cols. 1991).
La cuestión mas importante, no está en el “si” sino en el “cómo”. Scarbrough y Corbett (1992) ofrecieron una visión global de distintos tipos de participación en diversas etapas del proceso de diseño (véase la Tabla 29.7). Como señalan, es bastante raro que el usuario participe en el diseño tecnológico y normalmente esta participación no va mas allá de la distribución de la información. La participación se produce principalmente en las últimas etapas de la aplicación y optimización del sistema técnico y durante el desarrollo de las opciones del diseño socio- técnico, es decir, en las opciones de diseño organizativo y del trabajo, en combinación con las opciones para el uso del sistema técnico. Además de la resistencia de los directivos e ingenieros a la intervención de los usuarios en el diseño de sistemas técnicos y de las potenciales restricciones en la estructura de participación formal de la empresa, existe una importante dificultad en rela- ción con la necesidad de métodos que permitan la discusión y evaluación de sistemas aún no existentes (Grote 1994). En el desarrollo de software, los laboratorios de pruebas de utilidad pueden ayudar a superar esta dificultad, ya que dan la oportu- nidad a los futuros usuarios de una prueba previa.
Al considerar el proceso de diseño de sistemas y los procesos participativos, Hirschheim y Klein (1989) han resaltado los efectos de los supuestos implícitos y explícitos de quienes desa- rrollan el sistema y de los directivos, sobre tópicos como la naturaleza de la organización social, la naturaleza de la tecnología y su propia función en el proceso de desarrollo. El que los diseña- dores del sistema se vean a sí mismos como expertos, catalizadores o emancipadores puede influir enormemente en el proceso de diseño y aplicación. También, como se ha dicho antes, hay que tener en cuenta un contexto organizativo más amplio, en el que se produce el diseño participativo. Hornby y Clegg (1992) proporcionaron algunas pruebas de la relación entre las caracte- rísticas organizativas generales y la forma de participación elegida o, con más exactitud, la forma que se desarrolla en el curso del diseño y aplicación del sistema. Estos autores estu- diaron la introducción de un sistema de información dentro de la estructura del proyecto participativo y con un compromiso explícito para la participación del usuario. Sin embargo los usuarios señalaron que habían tenido muy poca información sobre los cambios que se suponía que habían tenido lugar y muy poca influencia sobre el diseño del sistema y otras cuestiones relacionadas, como el diseño del trabajo y la seguridad en el mismo. Esta conclusión se interpretó en términos de la estruc- tura mecanicista y del proceso inestable de la organización que fomentaban una participación “arbitraria” en lugar de la deseada participación abierta (véase la Tabla 29.6).
En conclusión, hay suficientes pruebas que demuestran las ventajas de las estrategias de cambio participativo. Sin embargo aún hay mucho que aprender sobre los procesos subyacentes y los factores que influyen, causan, moderan o impiden estos efectos positivos.


martes, 9 de septiembre de 2008

Investigación sobre los efectos de la participación

Un supuesto ampliamente compartido mantiene que se puede alcanzar una mayor satisfacción y un mayor rendimiento produc- tivo si se brinda la oportunidad de una participación directa en la toma de decisiones. En conjunto, la investigación apoya este supuesto, pero las pruebas no son inequívocas y muchos estudios se han criticado tanto desde el punto de vista metodológico como teórico (Cotton y cols. 1988; Locke y Schweiger 1979; Wall y Lischeron 1977). Cotton y cols. (1988) sostienen que la inconsis- tencia de las conclusiones se debe a diferencias en la forma de participación estudiada, por ejemplo, la participación informal y la propiedad por parte de los empleados se asocia con un alto grado de productividad y de satisfacción, mientras que una parti- cipación temporal es ineficaz en ambos aspectos.
Aunque sus conclusiones fueron muy criticadas (Leana, Locke y Schweiger 1990), todos están de acuerdo en que la investigación sobre la participación se caracteriza, en general, por ciertas deficiencias que van desde problemas conceptuales, como los mencionados por Cotton y col. (1988), hasta problemas metodológicos, como las diferencias en los resultados basados en las diferentes operacionalizaciones de las variables dependientes
(Wagner y Gooding 1987).
Por poner un ejemplo de las dificultades de la investigación de la participación, se describe brevemente el estudio clásico de Coch y French (1948) seguido por la crítica de Bartlem y Locke (1981). El objetivo del estudio era vencer la resistencia al cambio a través de la participación. A los operarios de una planta textil, donde se intercambian frecuentemente las distintas tareas, se les dio la oportunidad de participar, en distintos grados, en el diseño de sus nuevos trabajos. Un grupo de operarios participó en las decisiones (procedimientos detallados de trabajo para nuevas tareas e índices de productividad) a través de unos represen- tantes elegidos, es decir, de varios operarios de su grupo. En dos grupos mas pequeños, todos los operarios participaron en las decisiones, y un cuarto grupo sirvió de control, sin permitírseles participación alguna. Previamente se había observado que a la mayoría de los operarios no les gustaban los cambios y les costaba más aprender los nuevos trabajos que el primer trabajo en la planta y que el absentismo y la rotación entre los operarios afectados por el cambio era superior que entre los operarios no afectados recientemente. Esto ocurría a pesar de que se repartió una prima por traslado, para compensar la pérdida inicial del incentivo de producción después del cambio a un nuevo puesto de trabajo. Tras comparar las tres condiciones experimentales, se comprobó que el grupo sin participación, considerado como grupo estándar, permaneció en un bajo nivel de producción durante el primer mes después del cambio, mientras que los grupos con participación plena recuperaron su productividad en pocos días, e incluso la sobrepasaron al final del mes.
El tercer grupo que participaba a través de sus representantes no se recuperó tan rápido, pero alcanzó su antigua productividad después de un mes. (También sucedió que este grupo no contaba con material suficiente para trabajar en la primera semana). No hubo rotación en los grupos con participación y se observó poca agresividad hacia la dirección de la empresa. La movilidad en el grupo sin participación fue del 17 % y la actitud hacia la dirección era en general hostil. El grupo sin participa- ción se disolvió después de un mes y se unió otra vez después de dos meses y medio para trabajar en una nueva tarea. Esta vez se les dio la oportunidad de participar en el diseño de su trabajo y mostraron la misma pauta de recuperación e incremento de productividad que los grupos con participación en el primer experimento. Coch y French explicaron los resultados basándose en un modelo general de resistencia al cambio, derivado del trabajo de Lewin (1951, véase más adelante).

Bartlem y Locke (1981) sostenían que estos datos no podían interpretarse como apoyo de los efectos positivos de la participación porque había importantes diferencias entre los grupos en lo que se refiere a la explicación de la necesidad de cambios en las primeras reuniones con la dirección, la formación recibida, la manera en que se hacían los estudios de tiempos para establecer las tasas de producción, la cantidad de trabajo disponible y el tamaño del grupo. En su opinión, un pago justo por la produc- ción y la confianza en la dirección era lo que producía los mejores resultados en los grupos que participaron, y no la participación en sí.
Aparte de los problemas asociados con la investigación de los efectos de la participación, se conoce muy poco acerca de los procesos que dan como resultado estos efectos (por ejemplo, Wilpert 1989). En un estudio longitudinal sobre los efectos del diseño de trabajo participativo, Baitsch (1985) describió con detalle el proceso de desarrollo de aptitudes en un cierto número de empleados de base. Su estudio puede relacionarse con la teoría de Deci (1975) de la motivación intrínseca basada en la necesidad de ser competente e independiente. Lewin ( 1951) sugirió un marco teórico centrado en los efectos de la participación sobre la resistencia al cambio y propuso que los sistemas sociales alcanzan un equilibrio cuasi estacionario que se pierde con cualquier intento de cambio. Para que el cambio se produzca con éxito, las fuerzas a favor del cambio tienen que ser mas poderosas que las fuerzas de resistencia. La participación ayuda a reducir las fuerzas de resistencia tanto como a aumentar las fuerzas favorables, ya que las razones para la resistencia pueden discutirse y tratarse abiertamente y las preocupaciones y necesidades del individuo pueden integrarse en el cambio propuesto. Además, Lewin consideró que las decisiones comunes que resultan de los procesos de cambio participativo propor- cionan el enlace entre la motivación por el cambio y los verdaderos cambios de conducta.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Marco de definición de la participación (II)


Hornby y Clegg (1992) han desarrollado un esquema de clasificación bastante diferente de los derivados de las dimensiones presentadas hasta ahora. Basándose en un trabajo de Wall y Lischeron (1977), estos autores distinguen tres aspectos de los procesos participativos:
1. los tipos y niveles de interacciones entre las partes implicadas en una decisión
2. el flujo de información entre los participantes 3. la naturaleza y grado de influencia que las partes ejercen entre sí.

Posteriormente, Hornby y Clegg utilizaron estos aspectos como complemento del marco sugerido por Gowler y Legge (1978), en el que se describe las participaciones en función de dos variables organizativas, a saber, el tipo de estructura (mecánica frente a orgánica) y el tipo de proceso (estable frente a ines- table). Como este modelo incluye ciertos supuestos sobre participación y sus relaciones con la organización, no puede utilizarse para clasificar tipos generales de participación. Aquí se presenta como un intento de definir la participación en un contexto más amplio (ver Tabla 29.6). (En la última sección de este capítulo se comentará el estudio de Hornby y Clegg (1992) que también intenta demostrar los supuestos del modelo).
Una dimensión importante, normalmente no incluida en las clasificaciones de participación, es el objetivo organizativo que hay detrás de la elección de una estrategia participativa (Dachler
y Wilpert 1978). Lo más importante es que la participación puede producirse para cumplir con la norma democrática, sin tener en cuenta su influencia en la eficacia del proceso de toma de decisiones, en la calidad del resultado y en la aplicación de la decisión. Por otra parte, se puede elegir un procedimiento participativo para aprovecharse del conocimiento y experiencia de los individuos involucrados, o para asegurar la aceptación de una decisión. A menudo es difícil identificar los objetivos subyacentes en un determinado enfoque participativo y es frecuente encontrar varios objetivos a la vez, así es que esta dimensión no se puede utilizar fácilmente para clasificar la participación. Sin embargo, para entender el proceso participativo es una dimensión importante que debe tenerse en cuenta.