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jueves, 11 de septiembre de 2008

Participación en el diseño de sistemas

Dado el soporte empírico, aunque no completamente coherente, para la eficacia de la participación, así como su base ética en una democracia industrial, existe un acuerdo ampliamente extendido de que se debería seguir una estrategia participativa para el diseño de sistemas (Greenbaum y Kyng 1991; Majchrzak 1988; Scarbrough y Corbett 1992). Además, varios estudios de casos de procesos de diseño participativo han demostrado las ventajas específicas de la participación en el diseño de sistemas, por ejemplo, en relación con la calidad del diseño resultante, la satis- facción del usuario y el grado de aceptación (uso real) del nuevo sistema (Mumford y Henshall 1979; Spinas 1989; Ulich y cols. 1991).
La cuestión mas importante, no está en el “si” sino en el “cómo”. Scarbrough y Corbett (1992) ofrecieron una visión global de distintos tipos de participación en diversas etapas del proceso de diseño (véase la Tabla 29.7). Como señalan, es bastante raro que el usuario participe en el diseño tecnológico y normalmente esta participación no va mas allá de la distribución de la información. La participación se produce principalmente en las últimas etapas de la aplicación y optimización del sistema técnico y durante el desarrollo de las opciones del diseño socio- técnico, es decir, en las opciones de diseño organizativo y del trabajo, en combinación con las opciones para el uso del sistema técnico. Además de la resistencia de los directivos e ingenieros a la intervención de los usuarios en el diseño de sistemas técnicos y de las potenciales restricciones en la estructura de participación formal de la empresa, existe una importante dificultad en rela- ción con la necesidad de métodos que permitan la discusión y evaluación de sistemas aún no existentes (Grote 1994). En el desarrollo de software, los laboratorios de pruebas de utilidad pueden ayudar a superar esta dificultad, ya que dan la oportu- nidad a los futuros usuarios de una prueba previa.
Al considerar el proceso de diseño de sistemas y los procesos participativos, Hirschheim y Klein (1989) han resaltado los efectos de los supuestos implícitos y explícitos de quienes desa- rrollan el sistema y de los directivos, sobre tópicos como la naturaleza de la organización social, la naturaleza de la tecnología y su propia función en el proceso de desarrollo. El que los diseña- dores del sistema se vean a sí mismos como expertos, catalizadores o emancipadores puede influir enormemente en el proceso de diseño y aplicación. También, como se ha dicho antes, hay que tener en cuenta un contexto organizativo más amplio, en el que se produce el diseño participativo. Hornby y Clegg (1992) proporcionaron algunas pruebas de la relación entre las caracte- rísticas organizativas generales y la forma de participación elegida o, con más exactitud, la forma que se desarrolla en el curso del diseño y aplicación del sistema. Estos autores estu- diaron la introducción de un sistema de información dentro de la estructura del proyecto participativo y con un compromiso explícito para la participación del usuario. Sin embargo los usuarios señalaron que habían tenido muy poca información sobre los cambios que se suponía que habían tenido lugar y muy poca influencia sobre el diseño del sistema y otras cuestiones relacionadas, como el diseño del trabajo y la seguridad en el mismo. Esta conclusión se interpretó en términos de la estruc- tura mecanicista y del proceso inestable de la organización que fomentaban una participación “arbitraria” en lugar de la deseada participación abierta (véase la Tabla 29.6).
En conclusión, hay suficientes pruebas que demuestran las ventajas de las estrategias de cambio participativo. Sin embargo aún hay mucho que aprender sobre los procesos subyacentes y los factores que influyen, causan, moderan o impiden estos efectos positivos.


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