El único medio eficaz para recuperarse de la falta de sueño es dormir. El efecto reparador del sueño es bien conocido (Kogi 1982). Como la recuperación mediante el sueño puede diferir en función de su horario y duración (Costa y cols. 1990), es fundamental saber cuándo y cuánto debería dormir la gente. En la vida diaria, lo mejor es siempre dormir una noche entera para acelerar la recuperación del déficit de sueño, pero normalmente se trata de reducir los efectos de la falta de sueño con pequeñas siestas en diferentes ocasiones, que sustituyen al sueño normal de una noche entera, del que se ha privado a la persona. La Tabla 29.9 muestra algunos aspectos de estos sueños de sustitución.
Para compensar la falta de sueño nocturno, lo normal es dormir de día, “por adelantado” o de forma “retrasada” (por ejemplo, antes y después del turno de noche). Este sueño coin- cide con la fase circadiana de actividad. Por ello, el sueño se caracteriza por una latencia más prolongada, un período de sueño de onda lenta más corto, una interrupción de las fases MOR y un desajuste de la vida social del individuo. Los factores sociales y ambientales son importantes para determinar el efecto reparador del sueño. Para considerar la eficacia de las funciones reparadoras del sueño debe tenerse en cuenta que la conversión completa de los ritmos circadianos de un trabajador por turnos es imposible en la vida real.
A este respecto, existe una interesante documentación sobre el “sueño de mantenimiento” (Minors y Waterhouse 1981; Kogi 1982; Matsumoto y Harada 1994). Cuando parte del sueño diario habitual se realiza durante el período normal (de noche) y el resto en períodos irregulares, los ritmos circadianos de la temperatura rectal y la secreción urinaria de diversos electrolitos pueden mantener un período de 24 horas. Esto significa que un corto sueño nocturno puede mantener los ritmos circa- dianos originales en los períodos siguientes.
Se puede considerar que el hecho de dormir un poco en distintos momentos del día puede tener una serie de efectos añadidos, vista la capacidad reparadora de cada tipo de sueño. Un enfoque interesante de los trabajadores de turnos de noche es la costumbre de dormir una siesta que normalmente dura unas cuantas horas. Los sondeos demuestran que estas pequeñas siestas nocturnas son habituales entre ciertos grupos de trabaja- dores del turno de noche. Este sueño de mantenimiento es eficaz para reducir la fatiga del trabajo nocturno (Kogi 1982) y puede reducir la necesidad del sueño reparador.
La Figura 29.34 compara la sensación subjetiva de fatiga durante dos turnos de noche consecutivos y el período de recu- peración cuando no están trabajando entre un grupo que duerme un rato durante el turno de noche y otro que no lo hace
(Matsumoto y Harada 1994). El efecto positivo de la siesta nocturna en la reducción de fatiga es obvio. Este efecto se prolonga durante gran parte del período de recuperación que sigue al trabajo nocturno. No hubo diferencias significativas entre estos dos grupos al comparar la duración del sueño diurno del grupo que no dormía “siesta” por la noche con el tiempo desueño total (siesta nocturna más sueño diurno el día siguiente)del grupo que sí lo hacía. En resumen, una pequeña siesta nocturna permite cumplir parte de las necesidades de sueño esenciales sin esperar al día siguiente. Puede, por tanto, sugerirse que las siestas del turno de noche pueden contribuir, hasta cierto punto, a que el trabajador se recupere de la fatiga provocada por el trabajo y por la privación de sueño que lleva aparejada (Sakai y cols. 1984; Saito y Matsumoto 1988).
Para compensar la falta de sueño nocturno, lo normal es dormir de día, “por adelantado” o de forma “retrasada” (por ejemplo, antes y después del turno de noche). Este sueño coin- cide con la fase circadiana de actividad. Por ello, el sueño se caracteriza por una latencia más prolongada, un período de sueño de onda lenta más corto, una interrupción de las fases MOR y un desajuste de la vida social del individuo. Los factores sociales y ambientales son importantes para determinar el efecto reparador del sueño. Para considerar la eficacia de las funciones reparadoras del sueño debe tenerse en cuenta que la conversión completa de los ritmos circadianos de un trabajador por turnos es imposible en la vida real.
A este respecto, existe una interesante documentación sobre el “sueño de mantenimiento” (Minors y Waterhouse 1981; Kogi 1982; Matsumoto y Harada 1994). Cuando parte del sueño diario habitual se realiza durante el período normal (de noche) y el resto en períodos irregulares, los ritmos circadianos de la temperatura rectal y la secreción urinaria de diversos electrolitos pueden mantener un período de 24 horas. Esto significa que un corto sueño nocturno puede mantener los ritmos circa- dianos originales en los períodos siguientes.
Se puede considerar que el hecho de dormir un poco en distintos momentos del día puede tener una serie de efectos añadidos, vista la capacidad reparadora de cada tipo de sueño. Un enfoque interesante de los trabajadores de turnos de noche es la costumbre de dormir una siesta que normalmente dura unas cuantas horas. Los sondeos demuestran que estas pequeñas siestas nocturnas son habituales entre ciertos grupos de trabaja- dores del turno de noche. Este sueño de mantenimiento es eficaz para reducir la fatiga del trabajo nocturno (Kogi 1982) y puede reducir la necesidad del sueño reparador.
La Figura 29.34 compara la sensación subjetiva de fatiga durante dos turnos de noche consecutivos y el período de recu- peración cuando no están trabajando entre un grupo que duerme un rato durante el turno de noche y otro que no lo hace
(Matsumoto y Harada 1994). El efecto positivo de la siesta nocturna en la reducción de fatiga es obvio. Este efecto se prolonga durante gran parte del período de recuperación que sigue al trabajo nocturno. No hubo diferencias significativas entre estos dos grupos al comparar la duración del sueño diurno del grupo que no dormía “siesta” por la noche con el tiempo desueño total (siesta nocturna más sueño diurno el día siguiente)del grupo que sí lo hacía. En resumen, una pequeña siesta nocturna permite cumplir parte de las necesidades de sueño esenciales sin esperar al día siguiente. Puede, por tanto, sugerirse que las siestas del turno de noche pueden contribuir, hasta cierto punto, a que el trabajador se recupere de la fatiga provocada por el trabajo y por la privación de sueño que lleva aparejada (Sakai y cols. 1984; Saito y Matsumoto 1988).
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